Primero, lo elemental, pero que a veces se pierde de vista: en la jerarquía de la literatura, la crítica literaria ocupa el nivel más bajo. El texto crítico –a diferencia de la novela, el cuento, el poema o el ensayo– no existe per se, es un derivado, requiere de otro texto para ser, viene siempre después de. Como categoría abstracta, la crítica es inferior a las otras formas de escritura literaria. Para subrayar el carácter subordinado de la filosofía a la teología, los pensadores medievales solían denominarla ancilla theologiae, o sea, la sierva de la teología. La crítica es la sierva de la literatura.
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Ahora bien, desde su posición ancilar, la crítica puede y debe aspirar a ser parte de la literatura. La crítica literaria –a diferencia de la crítica de otras artes: la música, la pintura o el cine– está hecha del mismo material que su objeto, el lenguaje. En su modo más alto, lo que hará será precisamente crear una literatura sobre la literatura. ¿Cómo? A través del único medio que se construye una obra de arte: la forma.
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La crítica literaria es el arte de leer; el crítico, el artista de la lectura, aquel que con base en un talento innato y mediante el estudio y la práctica, aprende a leer, a interpretar, a relacionar los textos, y que luego comparte con los demás los frutos de su arte (idealmente, puede convertirse en un maestro de lectura, pero puede ser sencillamente un compañero, alguien junto a quien leer).
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Exprese por favor por este medio las razones que sí vienen al caso pero que antes no tuvo tiempo de mencionar sobre el nacimiento de el Leedor.